El síndrome de Ulises

Publicado en por ZOOCIEDAD

Ulises en el siglo XXI

La soledad y la constante huida en la que vive el inmigrante sin papeles pueden desembocar en el llamado síndrome de Ulises
El papel del intérprete es esencial en la integración social de quienes no conocen el idioma

(My Buffo/Flickr)

Un país y un idioma nuevo, nuevas leyes y también nuevas costumbres. Son algunos de los retos a los que se enfrenta el inmigrante que llega a España. A veces, se ahorran el cambio de lengua, como los latinoamericanos, pero aún así sufren impacto que supone despegarse la tierra y adaptarse a otra vida. Omar es senegalés, está casado con una española y tiene sus papeles en regla. Está buscando trabajo y sabe que no es el mejor momento. A pesar de todo, dice que su vida es ahora más fácil que cuatro años atrás. “Cuando llegué echaba muchísimo de menos a los que dejé en mi país. Te sientes muy solo y no tienes nada. Todo aquí es muy diferente, es un mundo nuevo y pasa mucho tiempo hasta que consigues acostumbrarte”.

Esa soledad y la constante huida en la que vive el inmigrante sin papeles pueden intensificarse y traducirse en el llamado síndrome de Ulises. “Se hallan en situaciones extremas, sobre todo debido a la ruptura familiar, a vivir escondidos, perseguidos y sometidos a la exclusión social. Todo eso termina pasando factura a su salud mental pero, como la mayoría son gente sana y fuerte, no hacen de ello una enfermedad mental sino un cuadro reactivo que se traduce entristeza, dificultades para dormir, dolores de cabeza…”, nos cuenta Joseba Achotegui, psiquiatra del Servicio de Atención Psicopatológica y Psicosocial a Inmigrantes y Refugiados (SAPPIR), en la jornada de “La traducción y la interpretación contra la exclusión social” organizada hace unos días por la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR). Fue él quien bautizó el síndrome con ese nombre. “Encontré que esto ya estaba descrito. Homero era un gran psicólogo que describió perfectamente todo. Esa tristeza, esa soledad y ese miedo de Ulises, son los síntomas que llegan hoy a nuestras consultas“.

Lo ejemplifica pidiendo que nos imaginemos que nos encierran en una habitación a 50 grados de temperatura. Después de unos minutos se abren las ventanas, pasa el calor y nos recuperamos. Pues igual, “la sociedad tiene que trabajar para abrir las ventanas”. El psiquiatra tiene una larga experiencia en el trato con inmigrantes y asegura que este fenómeno ha existido siempre pero que hoy va a más porque la forma de emigrar ha cambiado. “Los españoles marchaban en unas condiciones más dignas, con posibilidades de mejora. No eran tan perseguidos y podían llevar a la familia, pero en los últimos años se ha degradado. Ahora los inmigrantes salen de sus casas solos, cuando llegan al país no les dejan agruparse y las leyes son cada vez más duras”.

Mano inmigrante (domibrez/Flickr)

Entre las claves para evitar la exclusión está adaptarse a estos nuevos ciudadanos y a sus necesidades para hacerles más fácil su incorporación social. El primer paso es el idioma, por eso existe la figura del intéprete. Cuando hablamos de interpretar no se trata sólo de traducir, sino adaptar el discurso a la cultura y a la visión del mundo que tiene el inmigrante. Omar recuerda cada uno de los pasos que ha tenido que dar en este tiempo para conseguir su regularización. Y aunque reconoce que, en su caso, relacionarse fue un poco más fácil porque había aprendido español antes de salir de su país, “es complicadísimo entender las leyes. Cuando llegas no sabes cómo funcionan, no sabes que no puedes andar sin papeles o que para conseguirlos tienes que recurrir la orden de expulsión que te pusieron el día que te pararon por la calle. Alguien tiene que ayudarte a entenderlo si quieres salir de esa situación y si no sabes español es más difícil”.

Kouakou Alban es intérprete de francés, inglés, bambara y baulé. Este costamarfileño vivió esa incertidumbre en primera persona y ahora ayuda a pasar por el trago a otros ‘hermanos’.  “Imagina una persona que viene del campo y se encuentra en una ciudad, que ni siquiera es como la más cercana que tenía en su país, sino mucho más grande. Es una situación disparatada. Tenemos que ayudarles y para eso es muy importante conocer la cultura. En mi caso es también mi cultura. Si llegas a Costa de Marfil y encuentras a un español como tú sientes esa afinidad, porque hablas el mismo idioma y tienes la misma cultura. Aquí igual, les tranquiliza mucho encontrar a alguien de su color y de su cultura“.

Alban nos cuenta el caso de una joven etíope a la que atendió en un hospital. La operación a la que iba a someterse iba a dejarla infértil y su familia no estaba de acuerdo.”En su cultura africana se le caía el cielo porque la infertilidad es un castigo. Tuvimos que mediar y explicar a su familia que era la única forma de salvar su vida. Fue muy duro y pero conseguimos que aceptaran. En esa negociación no sólo vale la versión de un médico, hay que conocer de dónde viene la joven y cómo se piensa allí para poder mediar”. Alban recibió su formación dentro del programa “Nuevos ciudadanos, nuevos pacientes” del Hospital Universitario Ramón y Cajal de Madrid, que facilita la comunicación entre médicos y pacientes en las consultas y realiza charlas de sensibilización en organizaciones que atienden a inmigrantes sobre enfermedades de transmisión sexual, salud reproductiva o información sobre cómo funciona el sistema sanitario español. “Queremos que esa información les llegue bien para que puedan proteger su salud. Es, además, una manera de integración social porque eso ayuda a que cuando vayan al hospital tengan confianza en el personal sanitario y sepan cómo funciona el sistema aquí”, afirma Bárbara Navaza, intérprete del Ramón y Cajal. Para ello cuentan con un equipo formado por médicos, intérpretes, un psicólogo y una enfermera antropóloga, que en cada charla estudia el perfil del público para saber qué pautas seguir al dirigirse a él.

“Adaptamos nuestro discurso a la nacionalidad que tengamos enfrente y que varía en función, por ejemplo, de si las personas son subsaharianas o latinoamericanas. En el caso de los subsaharianos detectamos que eran reacios a hacerse análisis de sangre, por una cuestión de creencias, no estaban acostumbrados a sacarse tanta sangre en sus países de origen. No comprendían porqué aquí les sacaban tanta sangre, tenían miedo de que su cuerpo pudiese debilitarse y la prioridad para ellos no es la salud sino el trabajo. En España tenemos muy asimilada la prevención, allí sólo iban al médico si se encontraban mal. Hablar de una enfermedad que no se nota y no se ve es complicado. Con ellos hay que trabajar más en el concepto de prevención que con uno de lationamérica donde si están más acostumbrados a hacerse chequeos. Con los latinoamericanos hacemos hincapié en otras cosas”, asegura.

Es imprescindible conocer la realidad de los inmigrantes que llegan a la consulta. “Los médicos tienen que saber entender el concepto de salud y enfermedad que tienen los pacientes y los inmigrantes cómo funciona nuestro sistema sanitario. Ahí es donde entra la función tan importante de la traducción e interpretación”. La adaptación bidireccional no es sólo necesaria a nivel sanitario, sino a nivel global en las administraciones públicas, como recuerda Alban: “Es fundamental más intervención en los servicios públicos porque la realidad es que nos toca vivir juntos y eso sólo puede ser si conocemos al otro y el otro nos conoce a nosotros”.

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